viernes, 3 de noviembre de 2017

Tu espalda sigue la línea estilizada de un jarrón de inicios del siglo pasado.
Quizás sea eso, y no yo misma ante tus ojos, lo que quiero tanto. A lo mejor todo se trata de una confusión; tal vez soy una artista de teatro antigua que siente el llamado ante el encanto del adorno de un tiempo con el que desea reencontrarse.
Puede que sea eso, y no el monte de tu labio, que sesea como una serpiente, que zumba como las abejas y también entrega su miel.
Probablemente todo esto -mis pensamientos, lo que hago, mi nacimiento- no sea más que un recuerdo que busca otro recuerdo que ya ha, a su vez, olvidado todo.
Será eso, y no tus columnas a las que me aferro, no la forma en la que puedo ver los abismos cuando pienso en ti.
Acaso un día muy lejano tuve un sueño en donde unas líneas exquisitas trazaban curvas, transparencias y rescoldos, sentí un ardor en el vientre y entre las piernas por lo simple que soy y lo poco acostumbrada que estuve a mirar lo que es precioso en sí.
O quizás eres una ventana pero yo no debo ver el mundo y unos seres extraños -nunca tú; imposible- cerraron para siempre tus portezuelas cuando me senté junto a tu marco.
Quizás, pero lo ignoro. Y al final insisto en que eres un jarrón del que bebí agua hace décadas y por eso ahora no conozco otra forma de lidiar con la sed. 
 

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