miércoles, 5 de marzo de 2014

Me duele cuando amarillea,
cuando azulea, cuando amulata me duele:

giran los adornitos,
cabriolines y arqueados, barroquinos.
Giran los adornitos, se enroscan,
retorcidos se juntan y se despegan

son una rama de viñedo trabajosa,
son un garigol,
son la nota prolongada de más de más,

pero son un aliento que se acaba,
son feroz reclamo,
son arcadas del ánimo perdido.

Intento estorboso, inútil,
ridícula mojarra
húmeda diario de llanto,
cháchara incontenible
que se va por las cloacas de la ciudad.

Los puntitos
en principio sólo centro de senos
se encumbran sobre las íes de comatosos pasajes
vagabundos sin oídos ni ojos
que les soporten el desgañitamiento.

Ulcérica escribo con tinta de pez beta
sobre pergaminos antiguos
que elimino con palabras SOLOMÍAS
y recién nacidas cuando te conocí.

Grande lástima: almuerzo de pirañas
en tus ojos, en tu labio y en tus dedos
searrejuntanyseaprietan
y quién puede, ¡Jesucristo!
comprender tal majadería.

Cómo se vierten
las hojas tristes
junto con  excretarrados pobres papeles,
cómo las orinan los urogallos
cuando las llevas al tiradero.

Qué vedados nos estarán
hasta el fin de lo infinito
los poderes
de los que -se- comprenden.

El feroz y chistoso Hormigón

Los medievales sólo sabían ver diablos