martes, 5 de junio de 2018

Estoy doblando la ropa

Hoy me dieron ganas de doblar la ropa. No en un sentido metafórico ni toda la ropa de la casa, solo la mía. Dicho así suena insignificante, pero he vivido entre una pila de mi ropa limpia y otra de la sucia durante semanas o meses, o a lo mejor años -es que el tiempo está muy raro últimamente, casi no creo que siga siendo medible, que si salgo a lo que dice mi reloj que son las 6 a. m., esté una hora después en el trabajo-. 
Me rendí con lo de la ropa y mis demás pertenencias cuando supe que no cabía más aquí. De pronto mis dimensiones se hicieron imposibles de manejar y comencé a desbordarme por toda la casa, para terminar limitándome, con todos los esfuerzos que soy capaz de hacer, a escurrirme por todas mis orillas en los metros de mi habitación. Entonces ya no cupieron los objetos que he acumulado a lo largo de estos años y tuve que desistir: es imposible mantener un orden, aunque sea revuelto e imaginario. 
A veces pienso que estoy cerca de la indigencia, que soy una vil cerda, pero la verdad es que algo de esta incomodidad espacial me reconforta mucho con su crueldad, parece decirme: "eres una loca" o "mira, así eres por dentro, este es tu corazón, son tus entrañas y todo lo que eres y harás" y el mundo parece de pronto otra vez un sitio que hace sentido, que encadena los hechos, los pensamientos y la realidad. 
Sin embargo, otros días pienso en un hombre limpio, transparente y sin culpas que me mira mientras me avergüenzo. ¿Qué puedo hacer? No sería ético tratar de engañarlo y presentarme ante él como una chica normal, hermosa como las demás. 
Pero hoy todo es distinto. Hoy siento que puedo levantarme, que puedo lavarme las lágrimas y ejecutar la tarea. No sé por qué. Voy a intentarlo. Luego voy a sacar el sillón, si alguien me ayuda, y teóricamente tendré espacio suficiente para abrir los cajones donde guardo mi ropa. Puede ser que una vez que haga eso, pueda también tirar la que ya no sirve y tratar de esmerarme un poco más cuando me vista en la mañana, cambiar los mallones y las playeras grandes por alguna otra cosa. Si hago todo eso, y luego otra cosa más mañana y pasado otra, a lo mejor dentro de varios días podré recuperar el ritmo de una persona que no tiene la cabeza arruinada y entonces seré capaz de pensar en mi jornada, en mi familia, en mi perrito olvidado, en escribir, leer, pasear... en algo que me consuele de la idea de tener que estar aquí. 

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