martes, 8 de agosto de 2017

Sé que está muriendo desde hace casi veinte años. Estoy profundamente triste. Ahora entiendo que cuando era niña comencé a escribir porque necesitaba hacer un obituario preciso, que le hiciera justicia a este duelo casi ininterrumpido y ese ha sido mi intento desde entonces. Quiero llorar ahora mismo. Tal vez lo haga; pienso que todos deberíamos hacerlo. Es una desgracia tan grande que nadie debería pensar en nada más, con todo y las guerras y las mutilaciones y los desprecios de todo tipo que hay en el mundo. Quizás se me tache de egoísta, de encerrada, de mala persona y en cierto modo lo soy, como cualquiera. Es sólo que... hay algo que lleva muriendo cerca de veinte años aquí, muy cerca. No sé si a mi costado, por encima de mí o dentro, como si mi cuerpo pudiera almacenar más cuerpos y a uno de ellos le hubiera pasado una tragedia de esas que no se pueden cuestionar, que no se consuelan y ahora agoniza aquí sin fin.
Hay días en los que hace más calor y la putrefacción de esa carne se hace más perceptible. Entonces me cuesta mucho levantarme, vestirme, comer, tener conciencia de mí. Deseo, cuando esto pasa, que se solucione todo de una vez.
Esto para mí significa una de dos: o que se muera de una buena vez (pero yo no soy una asesina, no tengo ni la fuerza física ni emocional para matar a nadie) o que la tristeza tan fuerte e indestructible como ha demostrado ser haga un puente entre eso que muere y yo y entonces podamos por fin abrazarnos y consolarnos y pueda yo decirle que todo este tiempo no ha sufrido solo, que también se me agota el aliento a ratos porque no paro de pensar en su miseria y entonces, como los muertos de las películas, tal vez por fin pueda aquello descansar.
No veo que pueda pasar otra cosa que concluya.
Algunos pocos saben de mi tristeza porque les he contado de una manera poca exitosa que esta cosa ha estado aquí conmigo desde hace muchos años. De veras muchos. Tantos que la palabra -"depresión", aparte de que no es un término que deba usarse a la ligera y sin diagnóstico, no parece acomodarse a mi situación.
¿Cómo podría estar deprimida desde los nueve? No, en cambio algo se muere y ocurre que soy sensible a ese particular desprendimiento que no acaba de ser, que se produce al lado mío, tan cerca que casi escucho su respiración, que se acompasa con la mía y... a veces suelta un leve alarido.
Me duele.
Pero cuando miro hacia otro lado dura muy poco el alivio, el olvido, la sensación de que se ha ido. Permanece en estado latente la idea, en algún lugar de mi cabeza, esperando la primera señal para asomarse y regresar y jamás irse: morir y morir y morir durante años, sólo para mí.

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