domingo, 5 de enero de 2014

Primera visión del pájaro carpintero, tal y como me la recordó la segunda

La primera vez que vi un pájaro carpintero andaría por los trece. Lo fui a visitar a la sierra, con el más excelente guía de todos los tiempos. No tuvimos que viajar mucho: se nos apareció como una visión a escasos metros de la casa del tío abuelo, y el abuelo original nos lo señaló, lo apuntó con su dedo infinito que no desaparecerá nunca porque llevo una copia en mis propias manos grandes.


El animal picoteaba la madera de árbol gigantesco (¿roble, encino?) y conservo la impresión de haber mirado en busca de aquel pájaro de caricatura, única referencia de una niña de ciudad desarbolada como fui. Para ser sincera, no recuerdo exactamente qué es lo que vi, pero sé que esa noche dormí casi tan satisfecha como cuando vi y escuché, muchos años después, una pareja de halcones camino a la mina encantada en el mismo bosque en medio de la sierra.

Espacio virginal de mis recuerdos, cada piedra de río, cada minúscula caída de agua, cada bolita excretada por los venados que se escabullían al anochecer por entre las cercas hasta la huerta para mordisquear nuestros duraznos, cada insecto no descubierto aún por la ciencia (¿cómo podría tener nombre un ciempiés gigante de múltiples tonos neón?), cada historia de nahuales y duendes, de criaturas que se aparecen a los caminantes nocturnos, es una polilla que he clavado con un alfiler y extremo cuidado en la historia de mis días, en una época de asombro y lucidez perdida en la que los pies eran raíces que se integraban y casi tocaban el magma de la Tierra hasta que la madera envejeció y se soltó para formar pies; dos tumores de formas hórridas y dedos confusos como los de cualquier adulto, proporcionados para caminar sobre la superficie, destructores así de la íntima conexión que sin duda debe existir entre un infante y todo lo demás.

Múltiples preguntas vienen a la cabezota de aquellos días: misterios intactos en el corazón de los cerros, entrañas de la mina hasta la que nunca llegué pero de la que hay fotos tomadas con la cámara de mi padre que quizás algún día me anime a compartir por acá, murciélagos que vuelan bajo apenas oscurece y de los que nunca supe la guarida diurna, tarántulas escondidas en madrigueras a ras del suelo que perecían apenas caía la tormenta... Pero hoy, cosa muy rara, sólo me apetece hablar del pájaro carpintero, señor de oficio digno de santos, ilusión borrosa de una vida que una vez viví  y que no es ésta.

La sierra del abuelo


Me gustaría decir que ese fue el mismo día en que vimos el avispón azul de cuerpo gigantesco y diminutas alas anaranjadas, pero temo que los dos hechos en realidad fueron muy distantes y yo los he unido inconscientemente en un intento de embellecer los recuerdos de aquellos días de lluvia incansable que comenzaban a formar este lodazal.

2 comentarios:

  1. Qué paraíso; espero se conserve intacto o semintacto. El carpintero de caricatura se basa en el extinto pájaro carpintero imperial.
    "Es cierto es que se lo cazó como alimento, y como souvenir, para luego embalsamarlo, pero la gran causa de su desaparición fue la tala de sus bosques, lo que de paso, debe despertar otra alerta en cuanto a la inconsciente forma en que el hombre modifica drásticamente el medio ambiente, sólo por intereses comerciales."

    http://www.blog.com.co/upload/images/2012/9/17/13033_122142_6.jpg

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    1. Tengo entendido que hay tala ilegal en ese lugar (por parte de ajenos invasores y probablemente gente con influencias con los de arriba), lo cual es una lástima, pero sigue siendo un lugar bello. A veces es extremadamente seco, pero en tiempo de lluvias abundan los hongos y se los puede recoger para preparar guisos.

      Del pájaro carpintero puse la imagen del que me gustó más, pero realmente no recuerdo de qué tipo era el que vi. Sé que existe una página con los datos sobre la fauna y flora del lugar por parte de alguna organización del gobierno, pero hay que decir que aparecen entre ellos nutrias y otras especies de las que jamás he escuchado hablar por parte de los que ahí viven y que conocen bien el lugar.

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